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Cuento de Navidad Charles Dickens

Nos alegra mucho haber recibido la visita de los alumnos y alumnas de 4º de primaria en este periodo de adviento y lo hemos celebrado de la mejor forma que sabemos que es leyendo.

Para este momento tan especial la lectura seleccionada ha sido "Cuento de Navidad" de Dickens que aunque es muy conocida nunca está de mas para recordar los valores que permanecen en estas fechas y vivir el espíritu de la Navidad.

Aunque esta historia no fue escrita como una obra infantil, se han hecho numerosas versiones dirigidas a los niños, por tratarse de una historia que combina espíritu navideño y los valores asociados a estas fechas, con elementos mágicos propios de los cuentos de hadas.

La novela está marcada especialmente por la infancia de Charles Dickens, además de por la preocupación que el escritor mostraba por las desigualdades sociales de la Inglaterra victoriana, especialmente la pobreza infantil. Esta es, por tanto, una historia que invita a la generosidad, a la bondad, que denuncia la injusticia social, en la que su protagonista, a través de un viaje fantasmal por las Navidades pasadas, presentes y futuras, se acaba convirtiendo en mejor persona.

También hemos compartido lecturas como Una estrella muy especial, El fantasma del Belén o el cuarto Rey Mago. Damos las gracias a los alumnos y alumnas de 4º de primaria por lo bien que se han portado y lo fantásticamente que han leído.

¡Feliz Navidad y felices lecturas!

 

Cuento de Navidad de Charles Dickens

EL FANTASMA DE MARLEY

El señor Scrooge era un viejo avaro y codicioso. Regentaba él solo una contaduría desde que muriera su socio, Jacob Marley. Era el día de Nochebuena y hacía un frío cortante. Bob Cratchit, su único empleado, trabajaba arrimado a un minúsculo fuego. El señor Scrooge no quería gastar ni un solo penique en carbón, así que Bob trabajaba muerto de frío.

La puerta se abrió y un hombre entró en la contaduría. Era el sobrino de Scrooge que quería invitarle a comer el día de Navidad.

– ¡Bah! – gruñó el señor Scrooge – ¡Paparruchas! –

Empujó a su sobrino hacia la salida y le cerró la puerta en las narices.

Al poco tiempo, dos hombres entraron en la contaduría. Estaban recaudando dinero para ayudar a los pobres.

– ¡No deseo hacer felices a los vagos! ¡Márchense!

Tras echar a aquellos hombres, Scrooge miró a su empleado:

– Y supongo que usted mañana querrá el día libre… -gruñó- ¡Pues más vale que al día siguiente no llegue usted ni un minuto tarde!

El empleado se marchó lleno de alegría. Scrooge cerró la contaduría y se encaminó hacia su casa. Cuando Scrooge metió la llave en la cerradura, la vieja aldaba se convirtió en el fantasmagórico rostro de Marley, su socio muerto.

– Paparruchas -se dijo, pensando que había sido una alucinación.

Cuando llegó a su habitación, Scrooge escuchó un sonido metálico, como si alguien arrastrara unas cadenas escaleras arriba. La puerta se abrió. Frente a él estaba el fantasma de Jacob Marley.

– ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? -preguntó el señor Scrooge.

– Sabes bien quien soy. Arrastro la cadena que me forjé en vida por avaro y egoísta. He venido a avisarte de que aún estás a tiempo de escapar a mi mismo destino. En las noches sucesivas, recibirás la visita de tres fantasmas, cuando las campañas de la torre anuncien la medianoche. Procura no olvidar mis palabras.

Un tremendo cansancio invadió a Scrooge. Se recostó en la butaca y se quedó dormido.

EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES PASADAS

El sonido del reloj dando las doce despertó a Scrooge. Frente a él había un espíritu.

-Soy el Fantasma de las Navidades Pasadas – dijo el espíritu. – Acompáñame.

– Deja que me vista, estoy en pijama -pidió Scrooge.

– No te preocupes. Nadie podrá verte.

El fantasma lo condujo al pueblo donde Scrooge había pasado su infancia. A través de la ventana de la escuela se veía al niño Scrooge, olvidado, triste y solitario. Después, el fantasma le mostró distintas Navidades pasadas: le enseñó a su querida hermana, la madre de su sobrino; le llevó hasta el almacén donde trabajó como aprendiz y recordó lo bien que le trataba su jefe; le mostró a su amada justo el día en que ésta lo abandonó y le enseñó la niña que podría haber sido su hija.

– ¡No me enseñes más, espíritu! -sollozó el señor Scrooge. –¡Sácame de aquí!

 

EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES PRESENTES

La campana de la torre anunció la medianoche y despertó a Scrooge. Estaba pensando que todo había sido un sueño cuando la habitación se inundó de una luz fantasmagórica.

– Soy el Fantasma de las Navidades Presentes. ¡Agarra mi túnica! – le ordenó.

Al instante se encontraban en las bulliciosas calles de Londres. Era el día de Navidad. El espíritu lo condujo hasta la casa de Bob Cratchit e invitó a Scrooge a mirar a través de la ventana. Allí estaba su empleado junto con su mujer y sus cinco hijos. Todos se habían arreglado mucho pero se notaba que sus ropas eran muy viejas y pobres. El que peor aspecto tenía era el hijo pequeño: estaba muy pálido y ojeroso, llevaba una prótesis de hierro en la pierna y caminaba con la ayuda de una muleta. Se llamaba Tim.

– Veo un sitio vacío cerca de la chimenea y una muleta sin dueño -dijo el fantasma. -Si nada cambia, el pequeño Tim morirá.

– ¡No! ¡No quiero creerte! ¡Dime que se salvará! – suplicó Scrooge.

El señor Scrooge bajó la cabeza, sollozando. Cuando la levantó se encontraban en otro lugar. Era la casa de su sobrino. Los invitados charlaban y reían. Después de cenar, tocaron el piano y cantaron. Para entonces, el señor Scrooge estaba totalmente integrado y, sin acordarse de que no podían verle ni oírle, cantaba junto a ellos. Cuando mejor lo estaba pasando, ambos se desvanecieron y Scrooge apareció de nuevo en su habitación. Al sonar la última campanada de medianoche apareció un espectral fantasma.

EL FANTASMA DE LAS NAVIDADES FUTURAS

El fantasma se le acercaba lentamente envuelto en una negra túnica. No se veía nada de él.

-¿Eres el Fantasma de las Navidades Futuras? -preguntó Scrooge, lleno de temor. –Me enseñarás aquellas cosas que aún no han ocurrido, ¿no es así?

El espíritu asintió con la cabeza. Aparecieron de pronto a los pies de una cama. Sobre ella había un cuerpo tumbado, cubierto por una sábana. Era un hombre muerto. Nadie mostraba tristeza alguna ni parecía echarle de menos.

– ¿Quién es este hombre, fantasma? -preguntó Scrooge.

El escenario cambió de nuevo. Ahora se encontraban frente a una verja de hierro. Era la puerta que daba paso al cementerio. El espíritu extendió su mano y señaló una lápida. EBENEZER SCROOGE, era la inscripción grabada en la tumba.

-¿Yo soy el muerto? ¡No, no, no! ¡Espectro! -suplicó, agarrándose fuertemente a su túnica – Ya no soy el que era, he cambiado. Dime que aún estoy a tiempo de cambiar mi destino. Me convertiré en un hombre bondadoso, honraré la Navidad.

El fantasma se desvaneció.

 FINAL

Scrooge estaba de nuevo en su habitación. Al darse cuenta de que seguía vivo pensó en todo el tiempo que tenía por delante para convertirse en mejor persona. Se asomó a la ventana. Por la calle pasaba un muchacho y le preguntó qué día era. El chico no pudo contener su asombro.

– Es Navidad, señor -respondió.

– ¡Navidad! ¡No me la he perdido! Todo ha ocurrido en una sola noche! ¡Magnífico! – canturreó.

Scrooge ofreció al muchacho un chelín si iba hasta la pollería de la esquina y le traía un enorme pavo en menos de cinco minutos. El muchacho así lo hizo y Scrooge lo envió, muerto de risa, a casa de su empleado, pensando en lo sorprendido y feliz que lo recibiría, el bueno de Bob Cratchit. Después, se dirigió a casa de su sobrino cantando, bailando, riendo, saludando a todo el mundo y dando limosna a los pobres que encontró en su camino.

– ¡Feliz Navidad, Fred! Vengo a comer con vosotros -dijo el señor Scrooge prorrumpiendo en casa de su sobrino.

La fiesta fue maravillosa y se prolongó hasta bien avanzada la noche. Pero a la mañana siguiente, Scrooge madrugó mucho: quería llegar a la oficina antes que Bob para gastarle una broma. Su empleado llegó 20 minutos tarde ¡Justo lo que Scrooge deseaba!

– ¡Vaya, vaya! – gruñó Scrooge, fingiendo la voz que tenía antes. -¿Cómo se atreve a llegar tarde?

Bob, nervioso, comenzó a excusarse, pero Scrooge le interrumpió, riendo a carcajadas. El empleado retrocedió, asustado. ¡Pensaba que se había vuelto loco!

– ¡Feliz Navidad, Bob! – dijo Scrooge, y le abrazó. – Le devolveré la felicidad que le he robado estos últimos años. Le subiré el sueldo, ayudaré a su familia… ¡Vamos! Encienda las estufas y compre otro saco de carbón.

Y así fue como el despiadado, el malvado, avaro y egoísta del señor Scrooge, gracias a la visita de los tres fantasmas, se convirtió en una de las mejores personas que vivieran jamás en Inglaterra. Y durante el resto de su vida, todo el mundo coincidió en que el señor Scrooge sabía vivir la Navidad como nadie.

 


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