Había una vez una niña con un pelo medio castaño y medio rubio, lo tenía largo. Se llamaba Lara, tenía doce años. Sus padres eran multimillonarios. Lara tenía un karaoke muy chulo, con luces de colores y siempre les decía a sus padres comentarios sobre lo mucho que le gustaba. Un día se rompió, aunque no se le habían acabado las pilas, por eso Lara fue a poner una reclamación. Cuando iba a la oficina a entregarla habían una gran tormenta, y como su limusina estaba averiada, se fue andando con un paraguas. El paraguas estaba muy bien blindado, era llamativo y visible. La hicieron esperar un poco para entrar. Al entrar en la sala (que por cierto estaba decorada con un botijo y un plano muy raro de un mono ciclo) había una señora vestida con ropa muy formal y con una niña (creo que era su hija) que por lo visto ese día no había ido a la escuela. La señora tenía una verruga en la nariz, parecía una bruja, y la niña se estaba se estaba comiendo una torta de chocolate. Lara le dio la reclamación a la señora y ella a cambio le dio unas pilas muy pequeñas. Medían casa diez milímetros. A Lara le dio un espasmo al ver que en la caja de las pilas había dibujado los que más miedo le daba...¡UN PAYASO! Al llegar a su casa, Lara le cambió las pilas al karaoke y pudo seguir cantando.
Esperanza Alcalá Sánchez. 3ºB
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